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Ser
político y hacer política es conducir a la opinión pública con un rumbo y hacia
un destino previsibles. Y para eso los políticos
deben interpretar los anhelos, las frustraciones y las esperanzas de las
mayorías. Eso hace un gobernante y un líder de verdad. Su sintonía con la
calle, su cable a tierra y su empatía con el hombre de a pie son fundamentales.
Cuando se pierde esa conexión se ingresa en un laberinto en el que tarde o
temprano se fracasará. Si el pueblo y sus necesidades no son inspiración no hay
futuro.
Michael
Jordan, -en opinión de entendidos- el mayor jugador de baloncesto de la historia,
tiene una frase sobre la que vale la pena reflexionar: “Visualicé a dónde
quería llegar y la clase de jugador que quería ser. Sabía exactamente a dónde
quería ir y me concentré en lograrlo”. Y esta frase puesta en contexto, explica
la extraordinaria capacidad del subconsciente de ser responsable de tu éxito,
fracaso o mediocridad a largo plazo. Es decir, el subconsciente es una suerte
de tierra fértil que acepta cualquier semilla que elijas plantar.
Según
el neurocirujano y psicólogo de la Universidad de Stanford, Dr. Karl Pribram,
la capacidad de visualización que tiene el ser humano produce un campo
magnético que atrae hacia el visualizador aquellas cosas que imagina o siente
vívidamente. Este fenómeno –que es un proceso mental- permite atraer a tu vida
las personas, recursos y circunstancias necesarias para transformar tu meta en
una realidad concreta.
Ahora
bien. Si trasladamos este tema a nuestra cotidianidad política deberíamos
preguntarnos: ¿quién o quiénes han visualizado lo que requerimos para continuar
avanzando en el camino del desarrollo?¿dónde están los Michael Jordan de
nuestra política, de nuestra clase dirigente y de nuestra sociedad? El tema es
trascendente porque sin ideas, sin ilusión y sin arquetipos no vamos a ninguna
parte. Quienes buscan guiar están obligados a tener visiones claras, designios
concretos e imaginación. En ese sentido, visualizar un objetivo y un destino,
así como el proceso y el rumbo necesarios, es como respirar. Sin eso, no hay
nada.
Por
eso los ciudadanos tenemos que exigir -además de honestidad, empatía, capacidad
de comunicación, experiencia, equipos profesionales y planes de acción- que nos
expliquen como han visualizado nuestro distrito, nuestra provincia o nuestra
región. Pero tan importante como los candidatos somos nosotros ¿cómo hemos
visualizado nuestro futuro?¿qué papel juega en él este cambio de
autoridades?¿qué estamos dispuestos a exigir o a ceder?¿qué valores,
principios, personas queremos atraer hacia nuestras familias y nuestro entorno?
Votar
acaso sea el acto más importante que tiene la democracia. Pero su sentido no lo
dan las elecciones sino los electores. Nosotros, el pueblo, somos los que
tenemos que cambiar las cosas. Los cambios de verdad se impulsan de abajo no de
arriba. Sigamos oteando el horizonte electoral y nunca olvidemos el verdadero
poder que tenemos entre manos.
Por:
Alfonso Baella Herrera
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